Se conmemoran los 75 años del partido en las ruinas de Stalingrado
Hoy la ciudad se llama Volgogrado y será una de las sedes de la Copa Mundo de Rusia.
La capitulación del general alemán Paulus consumó la victoria del Ejército Rojo en Stalingrado, pero la paz a la ciudad no llegó hasta que hace 75 años se disputó un partido de fútbol en las ruinas de la actual Volgogrado.
"Hay que jugar al fútbol para que la gente vea con sus propios ojos que la ciudad está viva", propuso Vasili Yermasov, famoso portero soviético a los dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética.
El Kremlin y el NKVD, antiguo KGB, apoyaron sin dudarlo la iniciativa, una inmejorable oportunidad propagandística para levantar el ánimo de la población en la retaguardia y de las tropas en el frente, ya que la guerra aún no estaba ganada, ni mucho menos.
El problema era que los dos estadios de la ciudad habían sido totalmente destruidos por los bombardeos de la aviación alemana, por lo que la única opción era el campo que se encontraba en las afueras de la ciudad en la fábrica Azot.
Como tampoco estaba en muy buenas condiciones, voluntarios se encargaron de retirar los restos de los obuses y proyectiles, colocaron las porterías, reconstruyeron los vestuarios y habilitaron unas gradas para tres mil aficionados.
Finalmente, el balón echó a rodar el 2 de mayo, es decir, exactamente tres meses después de la rendición alemana y la entrada fue gratuita, aunque la prioridad la tenían los mejores trabajadores de las fábricas locales.
Aunque, según los historiadores, debía haberse celebrado un día antes, pero las informaciones de que la aviación alemana planeaba bombardear de nuevo Stalingrado el 1 de mayo, obligaron a posponer el partido durante 24 horas.
El encuentro lo disputó el modesto Dinamo de Stalingrado -ya que varios de los jugadores del Traktor (actual Rotor) estaban combatiendo en el frente- y el Spartak, el equipo del pueblo que aportó botas y equipación.
"Fue como un milagro que se pudiera disputar ese partido", rememoró décadas después Anatoli Akimov, portero del equipo visitante.
Cuenta la leyenda que el balón del 'Partido en las ruinas', como es conocido, llegó al campo por avión, lo que en un primer momento provocó el pánico entre los presentes, aún traumatizados por los bombardeos alemanes, muchos de los cuales no dudaron en gritar "cuerpo a tierra".
"El balón ni siquiera cayó dentro del estadio. Por eso, el partido empezó con 20 minutos de retraso", relató uno de los testigos a la prensa local.
La expectación fue tal, que al estadio acudieron unas 10.000 personas que ovacionaron al portero local, Yermásov, cuando antes del pitido inicial le fue impuesta la medalla al valor.
Y es que varios de los jugadores del equipo local habían estado combatiendo hasta hacía bien poco contra las tropas hitlerianas.
Para júbilo de la afición local, el Dinamo se llevó la victoria por 1-0 con gol de Alexandr Moiséev ante un sorprendido equipo moscovita, que no se esperaba encontrar tanta resistencia.
"Si los rusos pueden jugar al fútbol en Stalingrado, entonces es que están muy seguros de su futuro", escribió entonces el diario británico The Times.
Hace unos años, antes de que se supiera que Volgogrado acogería partidos mundialistas, futbolistas locales reconstruyeron el histórico partido con la espectacular estatua de la Madre Patria como testigo de excepción.
Por su importancia historia, este encuentro es comparado con los disputados durante el bloqueo de Leningrado y el "partido de la muerte", como se conoce el jugado en Kiev entre jugadores del legendario Dinamo y futbolistas alemanes bajo la ocupación nazi.
El partido tuvo una gran repercusión internacional, especialmente en la cuna del fútbol, ya que en los meses siguientes los ingleses, incluida la esposa del primer ministro británico, Winston Churchill, no dejaron de hacer donaciones, lo que permitió, entre otras cosas, construir un hospital no lejos del estadio.
Exposiciones, documentales y sellos conmemorativos recuerdan estos días este hecho histórico a falta de poco más de un mes para el inicio del Mundial.
Los alemanes también contribuyeron a la fiesta, ya que la selección juvenil disputó el pasado 8 de mayo un partido amistoso contra los rusos (1-3), tras lo que los futbolistas teutones rindieron memoria a los caídos en el memorial de Stalingrado.
El fútbol y la guerra están estrechamente vinculados en la ciudad, como se pudo ver en la construcción del Volgogrado Arena, donde se encontraron más de 300 bombas y varios cadáveres de soldados del Ejército Rojo.
EFE